Consiste en la extirpación completa de la glándula prostática con fines curativos.
Habitualmente se utiliza como tratamiento del cáncer de próstata, evitando así su
diseminación a otros órganos o estructuras adyacentes a la próstata.
Bajo anestesia general se introducen unos tubos de pequeño diámetro (trócares) en el
abdomen inferior generando una cavidad mediante la insuflación de un gas (CO2). A
través de estos trócares introducimos una cámara de alta definición con una fuente de luz,
pinzas e instrumental que nos permite la liberación de la próstata con el menor sangrado
posible. La intervención finaliza con la unión de la vejiga a la uretra mediante una sutura y
la extracción de la próstata en el interior de una bolsa especial que hemos introducido
previamente en el abdomen para tal efecto. Posteriormente la próstata se envía para su
análisis microscópico.
Si el cáncer estaba incluido en su totalidad en el interior de la próstata no suele ser
necesario el complementar el tratamiento quirúrgico con quimioterapia, radioterapia,
tratamiento hormonal u otros tratamientos.
El dolor postoperatorio, los riesgos de incontinencia, infección de herida quirúrgica,
transfusión sanguínea, tiempo de sondaje postquirúrgico y problemas de erección
secundarios a la cirugía se han reducido utilizando esta técnica laparoscópica.