Es la extirpación total o parcial del riñón afectado junto con la grasa que lo rodea y los
ganglios de drenaje del mismo a través de pequeños orificios en la zona del abdomen
proxima al riñón enfermo.
Bajo anestesia general se introducen unos tubos de pequeño diámetro (trócares) en el
abdomen generando una cavidad mediante la insuflación de un gas (CO2). A través de
estos trócares introducimos una cámara de alta definición con una fuente de luz, pinzas e
instrumental que nos permiten la liberación del riñón afectado con el menor sangrado y la
mejor visión posible. La intervención finaliza con la extirpación del riñón o de la zona
afectada y su posterior extracción en el interior de una bolsa especial introducida
previamente a tal efecto en el abdomen. Su contenido se envía para el análisis
microscópico.
El desarrollo del instrumental y de la técnica laparoscópica ha conseguido resultados
excelentes minimizando riesgos de sangrado y de lesión de órganos vecinos del riñón. La
necesidad de transfusión sanguínea, de analgesia postoperatoria y el riesgo de infección
de las heridas quirúrgicas también se ha reducido de forma extraordinaria, convirtiéndose
en la técnica de elección en el tratamiento de la mayoría de los tumores renales. El tiempo
de incorporación del paciente a su actividad habitual se ha visto reducido enormemente
lográndose altas hospitalarias precoces.